Monday, July 11, 2005

COMO Y POR QUÉ FOTOGRAFIAR LA MÚSICA
Pedro Otero

En reiteradas ocasiones mis amigos me han pedido que explicara las razones que me impulsaron a la interpretación fotográfica de temas musicales.
En realidad, no podría contestar ordenada y metódicamente a estas preguntas que, aunque fáciles en su formulación, son difíciles en su planteamiento. Más difícil aún, es el unificar las muchas razones valederas, de fuerza unas, imprecisas e indiferenciadas las más, que me llevaron a realizar este ensayo de visualización de partituras musicales. Algunas con tema preestablecidos y otras, con temas que el profundo estudio del autor, de su obra y, sobre todo, la mucha atención a la ejecución musical, dejó un sedimento en mi sensibilidad que, luego de una severísima síntesis, se concretó en imagen visual.
En su libro "Hacia la pintura", dice Franco Di Segni: "Del artista se espera siempre algo nuevo, inacostumbrado, insólito, imprevisto... Algo que él haya realmente creado y que los demás no hubieran podido hacer del mismo modo. Se le pide una creación, una invención y nunca las cosas vistas, conocidas y repetidas. Molesta, en general, reconocer en su obra un medio expresivo o una idea que ya han revelado otros y no se le acepta nada que resulte falso, ajeno o falto de espontaneidad. Por el contrario, interesa mucho reconocer en su obra un rasgo nuevo y personal, una observación inacostumbrada, un medio expresivo." Y continúa el mismo autor: "El tema previamente planteado en el cuadro, es solamente accesorio o una limitación que el artista se impone si quiere, o si tiene miedo de enfrentarse con una superficie plana y blanca, que tendrá que llenar únicamente con lo que surja de su mundo interior."
He citado los párrafos anteriores porque, justamente ellos, encierran, en nítidas frases, la verdad sobre los trabajos aquí presentados.
En principio diré que si he querido interpretar la música fotográficamente fue, como bien dice en un comentario crítico el director de la revista Fotocámara de Buenos Aires, Héctor Faita, una excusa para hacer fotografía.
Claro que buscaba salir del tema trillado, del eterno paisaje bonito, de la sonrisa estereotipada, de lo común, de lo que hicieron otros, quizá mejor que yo.
Cuando comencé con estos trabajos, yo era un neófito en cuanto a música se refiere.
En materia de técnica y teoría, lo sigo siendo, pero he aquí lo importante: desde el momento en que me propuse realizar la interpretación plástica-visual o fotográfica de las imágenes que sugieren a mi mente los temas musicales, comencé un severo estudio de los "por qué" de esas partituras. Profundicé en la vida y obra de los autores, analicé con minuciosidad todo lo que se ha dicho y escrito con respecto a los mismos y, fundamentalmente, escruté en lo recóndito de mis órganos sensoriales las imágenes que se iban sucediendo al escuchar trozos musicales. Luego de este trabajo, de por sí delicadísimo, vino la búsqueda de los objetos, algunos comunes o vulgares que, en su insignificancia pasan desapercibidos para la generalidad de las gentes, pero que tomados en forma de símbolos, dándoles importancia por medio de ángulos, luces y sombras y, sobre todo, valorizándolos en base a superposiciones con otros objetos, vulgares como ellos, reunido el todo en forma coordinada y perfectamente calculada, creo que llegan a dar al espectador la imagen cabal que surgió en mi mente en el momento de la audición musical.
Debo hacer la aclaración -y esto es fundamental-, que la interpretación que he dado a los temas musicales, es muy personal. Ello no obsta a que otras personas visualicen, por así decirlo, imágenes por completo disímiles a las por mí concebidas. Como la música es una imagen auditiva, al querer transformarla en imagen visual, se produce una abstracción que difiere fundamentalmente de acuerdo a la sensibilidad de cada individuo.
Dijo el escritor Roberto Beracochea en su conferencia "El expresionismo en las fotografías de Pedro Otero": "¡Fotografiar temas musicales! La sola enunciación de ello ya implica la existencia de un mundo que está fuera de la objetividad. Nada hay que escape tanto a la aprehensión sensible y racional como la música. Aún la música descriptiva no nos despierta imágenes definidas y concretas. Se ha hablado del poder evocativo de la música, pero la relación entre la sensación auditiva y su representación objetiva, no es una ecuación matemática, porque incidiendo sobre la sensibilidad del hombre, siempre varia y cambiante, sus producidos estarán de acuerdo a los elementos de carácter estrictamente personal, de cultura, de estado de ánimo, de temperamento; no sólo permanentes, sino también ocasionales y transitorios..." Y continúa: "La cámara siempre refleja con exactitud y sin engaños, sin alteraciones, y frente a ello, es donde revela la jerarquía del artista. Debe superar esa rigidez expresiva que nace de los propios medios específicos de su arte, por la composición, por los juegos de luz, las gradaciones de los medios tonos, el equilibrio de las sombras..." etcétera, etcétera... y más adelante: "La tendencia de que se vale Otero en sus creaciones, es decir "el expresionismo", con sus tres principios rectores: deformación de la realidad, parcialización de la realidad y yuxtaposición de imágenes parcializadas o deformadas, ha constituido una valiosísima aportación del desarrollo del arte fotográfico, ampliando en forma casi ilimitada las posibilidades del mismo...". Hasta aquí las palabras del escritor Beracochea. Ahora bien, ya llegados al final de este corto y no muy definitorio prólogo explicativo de algunos de los conceptos en que se ha basado mi interpretación fotográfica, quiero, para los que practican fotografía, dar a conocer en qué procedimientos me he basado para lograr estas obras, ya que errores de concepto han hecho que se confundan procedimientos que, aunque aparentemente similares, en el fondo son completamente diferentes.

LOS PROCEDIMIENTOS

Mucha gente, al ver estos trabajos, dice o llama a los mismos "fotomontajes". Nada más erróneo. El fotomontaje es una técnica completamente distinta a la que yo he utilizado. En realidad, se llama fotomontaje a un conjunto de copias de diferentes objetos que se recortan adecuadamente, se pegan en un cartón y luego se reproducen en un negativo fotográfico. Como ustedes verán, no he utilizado en absoluto tal técnica. He empleado la "superposición de imágenes", es decir, varios objetos tomados en diferentes negativos, reunidos estos en forma de "sándwich", entre dos cristales, y realizada la ampliación en la forma habitual.
En otros trabajos utilicé la "sobreimpresión", es decir, varios objetos de tamaño diferente, disímiles y contradictorios quizá en la realidad, fotografiados en forma independiente en un mismo negativo. Este procedimiento puede interpretarse como lo que le ocurriría a un aficionado a la fotografía, que tiene la cámara sin bloqueo del obturador y que olvida correr la película. Hace diferentes tomas en el mismo negativo y "sobreimpresiona" el mismo.
Otro procedimiento utilizado es el "fotograma", con el cual se obtiene una sola copia, ya que no existe negativo fotográfico y se trata de objetos que proyectan formas al iluminar el papel sensible.
He realizado en algunos trabajos una mezcla de diversos procedimientos, a saber: fotograma combinado con fotografía; superposición con sobreimpresión y, por último, un procedimiento del que no sé si soy su descubridor. Lo realicé primero por casualidad y luego premeditadamente, no habiendo tenido referencias de que alguien lo haya practicado con anterioridad. Es una especie de fotograma basado en las figuras que se producen en líneas de tonos blancos y negros, sobre un papel sensible, al atravesar la luz dirigida de una ampliadora un cristal en el que he volcado glicerina.
Ya ven pues, ustedes, que los procedimientos fotográficos utilizados para la realización de esta muestra, son varios y distintos.
Ello se debe al hecho de que he querido exteriorizar "mi yo interior" ante la música, dando una realidad visual, si se me perdona, poética, en la nueva imagen, no ya auditiva, sino objetiva, plástica.

LAS OBRAS

Pasemos ahora al comentario de las obras. Comenzamos por "El buque fantasma", quién ilustra la obra de Wagner.
Es muy conocida la leyenda de "El holandés errante". Cada nación europea ha creado, en base a su sensibilidad, un mito que, aunque difiere en su forma, en el fondo se asemeja. Cuenta dicha leyenda que el capitán de un navío fue condenado a buscar eternamente a su amor: "Senta". Cada siete años llegará a puerto y, al no encontrarla, continuará navegando, cual un fantasma. Hay quienes ubican la leyenda en un hermoso barco blanco que aparece con todo su velamen desplegado en las grandes tormentas, siendo el terror de los marinos. Otros, lo presentan como un viejo y carcomido cascajo, que se mantiene a flote solamente por un milagro. Yo también, al ubicar los elementos compositivos de la imagen, puse un poco de mi fantasía. Un velamen que paulatinamente se transforma en rostro de mujer, el mar, un ancla en su fondo entre las piedras, simbolizando el alma de Senta, la que anclará el navío y por fin hará la felicidad del errante marino.
"Sonata" de César Franck. Dice Camilo Mauclair refiriéndose a la Sonata: "Es un lirio naciendo a la luz de la luna". Con estas pocas palabras, he tratado de buscar un argumento para este trabajo. Es quizá, para mí, de toda esta muestra, la obra más serena, más compuesta, más noble. La Sonata es un celeste discurso, un canto apasionado, tierno, tranquilo, cernido a las alturas... es un canto de amor.
"Estudio revolucionario Nº12" de Chopin. Quise en esta obra ubicar el clima, el ambiente donde fue escrito este estudio y a quienes iba dedicado. Chopin en Francia. Su patria, Polonia, invadida por los ejércitos zaristas. Un sentimiento de libertad se adueña de Chopin. Su estudio Revolucionario Nº12, es un verdadero grito de liberación. La música de Chopin es apasionada, dulce, a veces terrible. No en vano el gran Schumann, su ardiente admirador, dijo: "Las obras de Chopin son cañones disimulados entre flores".
Hasta aquí, la parte poética de mi obra. Ahora para los que practican la fotografía les diré: Este trabajo que quiere ilustrar la obra de Chopín, fue realizado con los elementos más comunes y simples que pueda imáginarse. Para ello bastó un marco de época, una borla de cortinado acariciando un teclado de cartón, todo esto para ubicar a Chopin en Francia.
Luego unos escarbadientes y trozos de plastilina sin modelar representan un ejército en marcha. El cabo de un pincel y un trozo de papel, la enorme bandera revolucionaria.
"El vuelo del moscardón" de Rimski-Korsakov. De por sí, es muy visual y descriptiva. El zumbido característico del moscardón, está representado en la fotografía por el espiral y, al mismo tiempo, su penetración acústica, en la deformación y distorsión del violín, conseguida -y esto va para los que hacen fotografía-, en base a una toma de la imagen del violín reflejada en una plancha cromada.
"Juegos de agua" de Debussy. Fue realizada en forma descriptiva, como lo es la música de Debussy. Un teclado horizontal, una diagonal de teclas, para formar una composición plástica, flotando en la rielante superficie del agua, que no es más que un trozo de celofán iluminado a contraluz.
"Toccata y fuga", de Johann Sebastián Bach. El genial compositor, autor de esta obra, según un comentarista, fue "El genial y gran constructor de catedrales sonoras, alegría de las altas cimas del espíritu". Compuso esta hermosa Tocata y fuga que nos sorprende por su rectitud, justeza, abundancia rítmica, claridad y pureza. La interpretación visual que he buscado, ha sido, simplemente, un teclado enorme en primer plano, arcos de ojiva que se van alejando en una majestuosa fuga y una nubecita blanca, blanca como el alma de J. S. Bach.
"Quinta sinfonía" de Beethoven. Conocida como "La sinfonía del destino", lleva ese nombre porque el mismo Beethoven la subtituló: "Así llama el destino a las puertas del hombre". En esta genial sinfonía del gran maestro alemán, cuatro notas se repiten constantemente y fue esa repetición de los cuatro llamados, lo que inspiró, por así decirlo, la obra que ustedes observan. Como ven, en ella los cuatro llamados se reproducen por medio de cuatro llamadores, aunque no de la misma intensidad luminosa. Ello se debe a que he buscado una diferenciación en cuanto a luces y sonidos. Una puerta suspendida en un cielo oscuro con fuertes nubarrones simbolizando el mismo, el alma atormentada del hombre, con sus angustias ante el devenir vital, completa esta composición.
"Aires gitanos" de Sarasate. Un violín distorsionado para conseguir líneas curvas y tres velas colocadas en fuertes verticales, son todos los elementos que componen este trabajo. Analizando la parte técnico-compositiva, diré que he empleado estos objetos con el propósito de resolver un problema plástico-compositivo conocido, como es el de mantener equilibradamente, por intermedio de formas dadas, líneas rectas y curvas. En cuanto al tema musical, ocurre que tuve en muchas ocasiones oportunidad de ver ejecutar el violín a zíngaros o gitanos y, todos ellos, como una característica propia, no lo colocan el violín bajo el mentón, como es habitual, sino que apoyan el instrumento sobre el pecho y, al mismo tiempo que tocan sus melodías, llevan el compás con un movimiento que el ejecutante realiza de acuerdo a la ejecución. Basándome en ello, distorsioné el violín, pues se me ocurre, como efecto visual, que el movimiento que el ejecutante realiza, alargará o deformará el instrumento. En cuanto a las velas, he recordado al poeta de la gitanería, al gran Federico García Lorca, que también utilizaba este elemento en sus poesías como cosa común y usual en los gitanos.
"Marcha fúnebre" de Chopín. Es, prácticamente, la más visual y objetiva del conjunto.
Quizás no sean verdaderamente las imágenes que Chopín entreveía en el momento de la creación, pero sí las que posteriormente veía y atormentaban sus sueños, ya enfermo, en su retiro de la Cartuja. Es éste, de todos mis trabajos, el más fácilmente reconocible por el grueso del público y ello se debe a un exceso de dramatismo, colocado ex profeso en los elementos que componen la obra que hacen que se ubique en la mente del espectador sin ningún esfuerzo mental.
"La danza macabra" de Saint Saëns. Este poema sinfónico cuyo argumento es muy conocido, comienza con las doce campanadas de un reloj. Luego, un espíritu tocando un instrumento que en la orquesta es un violín, llama a los otros espíritus a bailar. Llegada la madrugada, un gallo canta y todos los danzarines vuelven a sus tumbas, finalizando así el ballet. Es así, a grandes rasgos, el argumento del poema sinfónico de Saint-Saëns. La interpretación que he dado al mismo, al visualizarlo, es la siguiente: La noche está representada por el triángulo negro superior, el espíritu que invita a danzar, por el clavijero del violín; los danzarines por las cruces que mantienen su llamita de luz, algunos de los cuales ya dejan de bailar por aproximarse la madrugada, que en este caso está representada por la zona clara del ángulo inferior derecho.
"Sensación musical"; musicalmente corresponde a "Peces de oro" de Debussy. La obra en sí, es una verdadera abstracción fotográfica. Una cantidad de manchas desparramadas por toda la superficie del papel fotogáfico. Bueno, ésta sería la definición de un desprevenido espectador al ver este trabajo. Sin embargo, daré una definición del escritor Beracochea refiriéndose a esta obra: "La fantasía, la imaginación, el poder evocativo de lo imponderable musical, halla su cauce propicio... La imagen no puede ser concreta, definida, porque es ajena al fenómeno musical y es por ello que, el propio Otero así lo expresa en su "Sensación musical", una de sus obras más admirables". Y continúa "es un fluír constante de formas indiferenciadas con ritmos inorgánicos, aparentemente caóticos, donde nada es, donde todo se diluye en si mismo, con una tonalidad gris de imprecisión, de encantamiento, de magia interior..."
Diré yo, por mi parte, que así como su nombre lo indica, es la sensación que causa en mi intelecto, el escuchar esta página de Debussy, "Peces de oro", sufriendo en mi interior el sonido, una transformación que se traduce en vibrantes destellos de luz.
"Carnavalito". Corresponde a la "suite" de motivos norteños de mi país, "Collasuyo".

Veamos con atención... Sí, ahí llega el carnavalito. La chaya viene bajando los cerros con su "tun, tun", en las cajas. El carnaval ha poblado de sones todos los caminos norteños. Los coyas, durante días y días bajo la lluvia, a pleno sol, inmutables, impávidos, diría inflexibles, siguen desfilando al compás de esa música que, en su monotonía, tiene mucho de rito y dolor. Dolor, sí, dolor profundo ante la certeza cabal de agonía de un pueblo otrora poderoso, dominador de América, hoy en el crepúsculo de un triste final. Dolor de un pueblo vencido que, en su morir, aún levanta altanero la frente buscando comprensión.
Muy poco tendía que decir sobre "Malambo". Como uno de los bailes nacionales por excelencia, todos en la Argentina, todos, conocen su sentido coreográfico: el potro pampeano que no cede ante el ímpetu del hombre que, pese a todo, con destreza sin igual, lo domará. La Pampa inmensa, arisca y dulce, los vientos pamperos, fuerte como la gente que puebla esos dilatados campos, el manso arroyo, el cardo, la gramilla, todo se conjuga con el malambo y, como el propio autor del "Malambo Cruz", el gran compositor argentino Atahualpa Yupanqui, en una poesía dice:
"La noche le puso al viento, negro chiripá de gaucho,
un par de estrellas cayeron rodando sobre los pastos.
Y, así, con magia de Pampa, de galopes desatados,
de arroyo, gramilla, trebol y dura gracia de cardo,
mirando la Cruz del Sur, nació el malambo.
El malambo es el guardián de una tropilla de cantos
que andan por la tierra nuestra
marcaos y siempre orejanos.
¿No morirán las vidalas,
las chacareras, ni el gato,
ni la huella, ni la zamba;
los estilos, ni los huainos,
mientras retumbe la tierra
en los domingos del campo,
y se haga astillas un criollo
malambeando... malambeando...!"

Todos los retratos que el fotógrafo profesional toma a sus modelos, adolecen de un grave defecto. Este es, el de no ubicar el momento o época en que fue obtenido. Al hacer mi autorretrato, quise que el mismo pudiera definir, por sí mismo, el momento de mi vida en que se captó. Por ello, esa máscara de la tragedia predominando por todo el cuadro, un fondo negro y tenebroso. Quise con ello simbolizar ésta época en que vivimos, trágica, terrible; donde el hombre, perdido el equilibrio racional, deja en libertad instintos primitivos y bestiales, olvidando el amor, olvidando que solamente en la paz encontrará el camino de nuevas conquistas ideales para el ser humano. Una vela simbolizando la vida, un cráneo la muerte, un reloj que marca inexorable el tiempo y , allá perdido en ese mismo tiempo desdibujado y sin ninguna importancia el autor.
Nada más.



Conferencia pronunciada por Pedro Otero el 11 de mayo de 1959 con motivo de inaugurarse la muestra "La fotografía y la música" en el Museo Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro, Brasil.
Publicado luego en Foto Objetivo, Año XIII, Nº122, Febrero de 1996, Buenos Aries,

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